Elizabeth Moon utiliza esta novela para remover conciencias al imaginar un futuro cercano en el que el autismo pudiera “curarse”. Un mundo en el que el TEA se diagnosticase antes del nacimiento, pudiendo actuar sobre los fetos, la población infantil y, en el caos de adultos autistas, ofrecerles la posibilidad de someterse a un tratamiento para dejar atrás esos famosos rasgos del espectro que les complican la vida por salirse de lo normal. La velocidad de la oscuridad nos hace meditar seriamente acerca de esa obsesión que mostramos casi siempre por normalizar a toda costa a quienes son diferentes.
Un adulto autista funcional ¿orgulloso de serlo?
Así podríamos definir al protagonista, Lou Arrendale. Lou, trabaja en una empresa informática descifrando patrones junto a otros compañeros TEA. Son tan buenos en su trabajo que los reclutan expresamente para esta labor. Sin embargo, uno de los directivos de la empresa considera que los autistas tienen demasiados privilegios (una sala en la que desconectan cuando se sienten sobrecargados con una cama elástica para saltar, un espacio para hacer ejercicio y escuchar música a todo volumen, nada más) y que sería más rentable que se curasen del autismo y no parasen en medio de la jornada para realizar este tipo de actividades. El libro nos habla de la faceta profesional y las relaciones personales de Lou, mientras todo se encamina hacia la toma de la decisión final: someterse o no a ese tratamiento que podría cambiar su forma de entender el mundo, pero también acabar con la persona que ha sido siempre.
La rica vida interior de un adulto con TEA
Lou sí sabe en qué mundo está parado, no está en su mundo. Se da cuenta de cosas como que no debe decir lo que realmente piensa en muchas ocasiones, sino lo que la gente “normal” espera oír. Observa que muchas acciones tachadas de estereotipias para la población autista, no suponen un problema para el resto de personas. Con su psicóloga tiene una relación de odio (¿a quién me recordará esto con solo 2 años de edad?) porque ella lo trata realmente como a un enfermo, una persona incapaz de vivir correctamente en sociedad y al que deberían cambiar por completo y dejar que solo se relacionara con otros discapacitados como él, no con gente “normal”. Sí, una joyita de profesional, prima hermana de la nuestra, oye..
¿Cómo sería ser normal?
Lo bueno de La velocidad de la oscuridad es que plantea ese dilema sobre la posibilidad de revertir el autismo en un grupo amplio de adultos autistas, por lo que muestra los argumentos a favor y en contra de cada uno de ellos. Desde el que quiere dar el paso sin dudarlo, hasta aquellos que se sienten felices tal y como son y no tienen el más mínimo interés en ser como los demás. En medio de ambas posturas extremas, se debaten aquellos que querrían probar cómo es la normalidad, pero que dudan acerca de si su vida sería mejor, peor o si olvidarían todo lo vivido hasta ese momento. Algunos están cansados de fingir esa normalidad que están obligados a aparentar y que no sienten.
El autismo ayer, hoy y en el futuro
La velocidad de la oscuridad es la historia de personas neuroatípicas que nunca han conseguido encajar, que se han visto sepultadas bajo múltiples etiquetas a lo largo de su vida y cuyos esfuerzos por ser como los demás nunca han sido suficiente porque siempre se les ha demandado más. Hace un recorrido desde el siglo pasado, cuando los autistas eran considerados enfermos mentales, hasta ese futuro hipotético en el que el autismo pudiera ser detectado y erradicado antes del nacimiento, pasando por la situación actual de atención temprana, métodos de enseñanza o ejercicios de integración sensorial que son útiles para que los TEA logren interactuar con el mundo real en términos casi iguales.
En el libro se utilizan muchos calificativos ofensivos para referirse a los autistas, desde idiotas sabios con problemas, deficientes, discapacitados, etc. Son incomprendidos si no se someten al tratamiento puesto que nadie entiende que quieran seguir siendo autistas, que estén satisfechos con su forma de ser, pese a los obstáculos diarios que afrontan. También nos hacen conscientes de esas manías o peculiaridades de las personas normotípicas que consideramos razonables (gente que no para de mover la pierna mientras está sentada, que se coloca el pelo tras la oreja de forma compulsiva, o se toca la cara cuando está nerviosa) y que enseguida se diagnostican y se trata de eliminar en los autistas. Ahondando más en el tema de la tolerancia hacia las conductas que se salen de la normal, el protagonista habla de lo comprensiva que es la gente cuando animales como perros o gatos son sensibles a los ruidos fuertes (los petardos, por ejemplo) y sin embargo, no se tenga la misma deferencia hacia los autistas que presentan este rasgo.
En el plano literario, La velocidad de la oscuridad no me ha resultado tan entretenida como otras novelas. Algunas partes se me han hecho algo pesadas pero en conjunto creo que su lectura compensa y aporta un punto de vista diferente sobre la cuestión de la aceptación del diferente o el deseo de homogeneizar a toda la población. Recuerda que cualquier otra recomendación de libros sobre esta temática ¡será muy bien recibida!
5 Comments
ALBERTO
Gracias
Laura
No he leído el libro, pero si la pregunta es si acabaría con el autismo si existiera «cura», si, claro que sí; no digo que de existir una «cura», debiera ser obligatoria, pero que si existiera, la elegiría, sin dudarlo. Creo que es perfectamente lícito, como mínimo, tener la opción de elegir, quién quisiera «curarse», que pudiera tener esa opción y quien no, seguir adelante con su vida tal y como cada uno desee. Libertad de elección, básicamente. Pero creo que eso está muy lejos de la realidad.
Paola
Desde luego que me gustaría que desapareciese el Tea, no solo es ser diferente ( para los que mejor estarán) porque hay muchos también que no llegan a ser funcionales y desde luego eso limita y bastante, iremos viviendo el presente y adaptándonos a todos los campos que limiten a nuestros hijos pero como no sabemos hasta donde llegarán y todas las trabas que tendrán en sus caminos yo me quedaría con curar o erradicar el Tea
ISABEL
sí peliagudo tema pero siendo sincera sí, lo erradicaría, imaginar cómo sería la vida sin tea, sin la angustia que me provoca el pensar en el futuro de mi hijo , en las preocupaciones añadidas por las que pasamos las familias azules, ojalá ….
Tomamos nota para próximas lecturas. Gracias!
Mamá en Bulgaria
Cada vez que se abre el melón de acabar con estas discapacidades se lía… Unos se enfadan porque creen que erradicarlo seria erradicar quienes son. Pero es que hay muchos tipos de autismo! No es lo mismo un adulto funcional que se apaña, aunque con dificultades, que alguien que es totalmente dependiente para comer, ir la baño o cruzar la calle. Gente que literalmente no podría vivir sin ayuda.
Yo que llevo años metida en esta vorágine digo claramente que SI, que lo erradicaría si pudiera en el caso que me atañe y en el de personas con discapacidad tan grande. Que pudieran decirle a sus madres Te Quiero entendiendo lo que dicen, que pudieran hablar y hacer amigos…