Antes de acabar el curso anterior, P3, 1º de infantil en otras comunidades, os conté en Instagram el caso de una amiga, madre de un niño TEA algo mayor que el mío, a cuyo marido la maestra le pidió que no llevara al niño al colegio el último día de clase, porque sus compañeros se merecían poder disfrutar de su fiesta. Si todos los padres de niños atípicos sospechamos (o estamos plenamente convencidos, en función de nuestros batacazos contra la administración) que inclusión escolar y autismo no van nunca de la mano, escenas como estas nos hacen darnos cuenta de que la suerte, y no el respaldo legal, se esconde…
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Colegio inclusivo ¿y el comedor?
Cuando publico esto, mi hijo lleva ya casi 2 meses más que adaptado a su nuevo colegio. Si el periodo de adaptación a la escuela infantil fue de lo más corriente y fácil, el del colegio ha sido sorprendentemente sencillo. Ni llantos, ni una negativa a asistir, cada día va corriendo, feliz y se resiste a salir de clase cuando vamos a buscarlo. 3 días lo acompañamos durante hora y media, como al resto de los niños. Al cuarto lo dejamos solo su hora y media reglamentaria y al quinto hizo su media jornada completa sin ningún problema. Él súper contento, su maestra súper sorprendida con su comportamiento, quitándonos preocupaciones…
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Las jornadas de puertas abiertas no son para las familias con necesidades especiales
Una de las ventajas de que mi hijo con TEA sea el hermano menor es que hay situaciones por las que ya hemos pasado previamente con su hermana mayor, y nos da algo de experiencia para saber si necesitamos actuar con rapidez y de forma diferente ante ciertos eventos propios de su edad. En enero, empecé con el quebradero de cabeza que sería su escolarización. Nosotros teníamos claro que iría a un colegio ordinario a los 3 años y una vez allí ¡a saber lo que nos tocaría vivir! Sin embargo, en atención temprana se dedicaron a desorientarnos en lugar de a colaborar, como de costumbre. De ahí que tuviéramos…
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Escolarizar a un niño con autismo. ¿Quién tiene la última palabra?
Aquí estamos, en pleno mes de mayo, con las preinscripciones escolares para el primer año de educación infantil en el colegio por fin tramitadas tras el retraso por la crisis del coronavirus. Lo normal, vamos. Sin embargo, mucho antes de que se declarara esta catástrofe sanitaria en nuestro país, a primeros de enero para ser más exactos, ya comencé a moverme para averiguar lo divino y lo humano de lo que iba a necesitar saber para escolarizar a un niño con autismo en una escuela ordinaria, o normal, o de toda la vida, o la misma a la que va su hermana, o como cada uno quiera llamarle. Por puntos,…
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Un niño con TEA en la escuela infantil
Para mí, la guardería era una opción que jamás me quise plantear cuando nació mi primera hija. No veía ningún beneficio en separarme de ella a los 4 meses, tras la baja de maternidad, para que cualquier adulto desconocido la criara en grupo junto a otros bebés. En mi mente sólo veía una situación de abandono, de criatura desvalida, expuesta a contagios, sin sus necesidades básicas cubiertas de la mejor manera, luchando por la atención de una cuidadora que estaría desbordada y que, aunque fuese la persona más amorosa del mundo, debería repartirse entre muchos otros bebés. Cuando obtuvimos el diagnóstico en firme de TEA de mi segundo hijo a…