
Creo que antes de ver la película de Temple Grandin, los únicos personajes con TEA de mi imaginario cinematográfico o televisivo habían sido Dustin Hoffman encarnando a Rainman (estereotipo del autista muy dotado para los números, y muy marcado física y socialmente, que me había acompañado hasta hoy) y más recientemente el personaje de Sheldon Cooper en The Big Bang Theory. Antes de tener el diagnostico de mi hijo con TEA a los 18 meses ¿os podéis creer que había visto 11 temporadas de esta comedia, que me encanta, sin sospechar el Asperger del protagonista? Hasta ese punto llegaba mi desinformaciónn sobre este tema. Ahora que vivimos en un bucle de padres primerizos en cuanto al diagnóstico, que buscamos información que nos pueda servir de orientación hasta debajo de las piedras, además de los manuales sobre intervención terapéutica en autismo, o con pautas para el juego y la estimulación de niños dentro del espectro, he decidido conocer también a los personajes de ficción caracterizados de esta manera. Resulta que el día después de recibir el diagnóstico en firme de TEA, Martina, de No sin mis hijos, que fue la persona que más me orientó en esos primeros momentos, me dejó caer este nombre: Temple Grandin. Me lo dijo para que viera conferencias de ella e incluso esta película que estaba en Netflix y 6 meses después ¡he conseguido las casi 2 horas de tiempo necesarias para verla! En 2 sesiones, con el salón a oscuras y tratando de matar a los niños de aburrimiento, la conecté durante 2 noches y resulta que mi hija, de 5 años y medio ¡alucinó con el argumento! Suerte que resultó ser para todos los públicos.
Conociendo la figura de Temple Grandin
Cuando los iniciados en el mundo del autismo pensamos a largo plazo acerca de la posibilidad de la autonomía, independencia y vida personal y laboral de nuestros hijos, todo es incertidumbre. A priori, creemos que sólo quienes tienen Asperger conseguirán cumplir con todas estas metas, por eso la historia de temple Grandin me ha parecido tan inspiradora. Ya sabemos que el espectro del autismo es amplísimo y que no podemos comparar ni capacidades, ni situaciones, ni intereses, ni fortalezas, ni debilidades, pero nunca está de más conocer cómo son los adultos con autismo para tratar de vislumbrar cómo puede ser el desarrollo de nuestro hijo. Temple Grandin es una mujer extraordinaria, con autismo, que no habló hasta los 4 años, con una hipersensibilidad al ruido, a la luz, un rechazo total al contacto físico, siempre esquivando la mirada, incomprendida por otros niños y jóvenes de su edad y muy talentosa en diversos ámbitos científicos. Así es como llegó a la universidad y a estudiar zoología, etología y convertirse en doctora y profesora universitaria. Todo a raíz de descubrir su interés por el bienestar de los animales mientras pasaba un verano en la granja de sus tíos, justo antes de entrar en la universidad. Cada vez estoy más convencida de que esa afición obsesiva de los autistas con temáticas muy concretas pueden dar lugar a mentes brillantes en su campo como la de Temple Grandin.
¿La vida ideal de una mujer con autismo?
La película no trata la figura de la protagonista como si viviera un cuento de hadas con unas cuantas peculiaridades y nada más. El sufrimiento de su madre, que se niega a internarla en colegios especiales o centros psiquiátricos de principios de los años 50, pero que a la vez se siente desbordada por el comportamiento y las capacidades de Temple: cree que nunca hace lo suficiente por su hija; que esta le dificulta mucho la crianza; es acusada por psiquiatras de ser una de esas famosas madres nevera, responsable del autismo de su hija por haberla criado con frialdad… Pero a la vez ve las capacidades impresionantes de Temple y desea su integración en la universidad, comprende sus crisis y es una experta en dar instrucciones a profesores, rectores y a cualquier persona que esté dispuesta a entender las peculiaridades de Temple. Es la pieza clave de la integración de su hija en una sociedad que la rechaza por considerarla rara, estar loca o ser retrasada. A la vez, la película de Temple Grandin muestra su capacidad para comprender el mundo a través de imágenes; sus intereses restringidos en el ámbito de las ciencias; su malestar al tener que mantener relaciones sociales con otros jóvenes a quienes no comprende y con quienes no comparte inquietudes; su escasa habilidad comunicativa; la literalidad de su pensamiento; la falta de comprensión del lenguaje figurado; sus problemas de integración sensorial; su pésima gestión emocional…Una vida llena de grandes logros pero, a la vez, de tremendos obstáculos que fue superando junto a su madre.
Recursos técnicos de la película de Temple Grandin para comprender el autismo
Personalmente, la edición de la película para que quienes no hemos vivido en primera persona algunas de las peculiaridades del espectro autista seamos capaces casi de experimentar la angustia que ciertas situaciones producen en las personas con TEA, me parece un gran acierto. Los desórdenes sensoriales de Temple Grandin son los que quedan mejor retratados: ese oído pendiente del tic tac de un reloj, o del sonido de un ventilador en el techo que para la protagonista suena como una locomotora; esa luz que hiere sus ojos en cada encendido; esa tremenda sensación de desubicación simplemente porque el letrero que identifica su habitación en casa de sus tíos se ha caído al suelo y Temple se siente ya extraña y perdida dentro de la casa. Minucias para una mente normotípica que desquician y alteran tremendamente la sensibilidad de Temple. Mención aparte requieren su diseño de una máquina para abrazar, emulando la presión que ejercen las máquinas que se utilizan para mantener quieto y tranquilo al ganado cuando hay que revisarlo o vacunarlo, y cómo transmite al espectador la calma tras un incidente de descompensación sensorial total. Y por supuesto, esos fotogramas que se paran en la pantalla y muestran al espectador las fotografías de su entorno, que es la forma en la que Temple interioriza su conocimiento y su percepción del mundo: no vive y experimenta como nosotros, sino almacenando imágenes de personas, lugares o datos en su cerebro, que visiona como si fuera una película que pasa ante sus ojos.
El caso es que este par de horas de ficción me han llevado a sumergirme en el libro Pensar con imágenes. Mi vida con el autismo« y aquí sigo, aprendiendo sobre el punto de vista personal de una autista adulta. Ya os contaré qué tal es este libro para que los padres ampliemos nuestra perspectiva acerca de las fortalezas y debilidades que existen en la diversidad. ¿Habéis conocido a Temple Grandin o a otros autistas adultos que os hayan enseñado mucho sobre el TEA?