No identifico a mi hijo en muchas actitudes, intereses y destrezas del protagonista. Claro que cuando Daniel Tammet escribió Nacido en un día azul ya tenía 23 años y el mío sólo 3, por lo que obviamente hay etapas de la vida entre las que no puedo establecer paralelismos. Me fascina porque está escrito en primera persona, porque cuenta lo que quiere, cómo lo siente, cómo lo vive, sin dejarse guiar por el “cómo debería ser”. Esta es la parte que más me escama de los manuales técnicos sobre autismo, porque pese a que entiendo que deben dirigirse a una amplia mayoría, si bien todos defienden las múltiples especificidades de cada persona concreta dentro del espectro autista, casi siempre trasladan moldes en los que se espera que los autistas encajen. O peor, que tope con alguien como nuestra primera psicóloga de atención temprana y lo quiera hacer encajar a la fuerza.
Cosas increíbles de Nacido en un día azul
Me alucina la sinestesia de Daniel Tammet, esa capacidad de sentir como suave un número o relacionarlo automáticamente con un color. Clasificar a las personas por colores, por lo que a él le sugiere la inicial de su nombre, son hábitos que a primera vista parecen raros, claro, pero si te paras a pensarlo ¿qué lógica existe en la forma en que los demás hemos llegado a un consenso para afrontar este tipo de situaciones de una forma homogénea? Me ha calado hondo que el autor se asombre de que ni él mismo, ni desde luego sus padres, hubieran apostado por su capacidad para tener una vida independiente, unos estudios, una profesión y una pareja cuando ya estaba crecidito y tenía 13 años. Y me gusta porque aunque el espectro autista sea tan amplio a mí me da nuevas esperanzas. Si es que puedo tener más, porque la verdad es que no puedo decir que el diagnóstico haya frustrado ninguno de nuestros planes de futuro. Con mi hijo autista de 3 años y con cualquier niño normotípico de esta edad ¿dónde está realmente el límite? ¿Quién puede asegurar de lo que serán capaces en la vida y de lo que no?
El agradecimiento a sus padres y una casa llena de hermanos
Los Tammet tuvieron 9 hijos, siendo Daniel el mayor. Confiesa que le debe mucho a sus hermanos pues, al verse en la obligación de convivir con ellos a diario aprendió las conveniencias sociales, muchas veces simplemente espiando desde su dormitorio mientras sus hermanos jugaban entre sí o con otros amigos en el jardín. Él prefería su espacio tranquilo y solitario, pero no perdía detalle de cómo actuaban los demás. A partir de los 5 años, tomó conciencia de que no era como el resto pero esto no le supuso un trauma, puesto que él vivía feliz tal y como era. Este es un punto que nos preocupa especialmente a los padres: el temor a que sean rechazados y sufran por ese aislamiento. Como ya os comenté en la reseña de un libro anterior, tan amplio es el espectro que, por ejemplo, el protagonista de Mírame a los ojos. Mi vida con Síndrome de Asperger sí recuerda querer jugar con otros niños desde los 3 años y no lograrlo nunca con éxito, motivo por el que se veía obligado a estar solo. Quizás fuese la influencia de una familia tan numerosa la que le facilitase las cosas a Daniel en este aspecto, y aunque no podía integrarse con los demás, al menos aprendió a pasar de las burlas hacia él y el entorno hostil acabó dejándolo por imposible.
La vida escolar de un niño Asperger
En la escuela, Daniel desquiciaba a los maestros a la hora de escribir, por ejemplo porque tenía una caligrafía muy desigual y sus números eran de diferente tamaño, en función de su valor (por ejemplo el 1 más pequeño que el 9). Sufrió acoso escolar por ser el raro, el que no sabía cuándo acabar una conversación, no notaba que al resto de personas no le interesaban los mismos temas que a él o que cuando el profesor le preguntaba algo como ¿5×5? se esperaba que diera el resultado como respuesta. La cuestión es que las burlas no las comprendía, por lo que los abusones se sentían ofuscados al no hacerle mella y lo ignoraban al poco tiempo. Eso sí, ni era popular, ni lo querían en los deportes de grupo, ni en los trabajos compartidos… En cada una de sus etapas escolares tuvo un único amigo cercano y nada más. Daniel recuerda sus momentos de desconexión de la realidad que sucedían de forma repentina, por ejemplo en medio de un partido de fútbol, por lo que era imposible para él trabajar en equipo. También cómo molestaba a los demás por su cercanía física excesiva sin tener confianza, puesto que no comprendía el concepto del límite del espacio vital de cada uno. Tocaba sin permiso el cuello de la gente y necesitaba pautas muy claras para saber que ese tipo de cosas no eran agradable para los demás.
No todos son como Rainman pero Daniel sí lo era
Resulta que de todos los tópicos acerca de los autistas el de ser especialmente hábil con los números sí se materializó en la vida de Tammet. De hecho, incluso batió un récord al ser capaz de memorizar más de 22.000 decimales del número Pi que recitó durante más de 5 horas. Daniel es capaz de prender idiomas en una semana (en el momento de escribir Nacido en un día azul hablaba 11) e incluso se realizó un documental sobre sus capacidades para dar visibilidad a la epilepsia y el Asperger: Brain Man, a fin de asemejarlo al protagonista de la película basada en la vida de Kim Peek (el hombre real al que encarnó Dustin Hoffman) y a quien tuvo la oportunidad de conocer. Este tipo de genios que se han hecho tan populares, pese a que son sólo una ínfima minoría dentro del espectro autista, es por lo que muchas personas de a pie aún tienen en mente la imagen del autista televisivo y no comprenden que nuestros hijos no encajen con esa definición. Sin embargo, pese a estas altas capacidades para las matemáticas, la lengua y otras tantas cosas, en su libro Daniel deja patente sus dificultades sociales, su desinterés por el prójimo, la necesidad de tener rutinas muy estrictas para ser feliz y los desafíos cotidianos a los que tiene que enfrentarse a diario para seguir estando orgulloso de sus progresos, que pasan por cosas como hacer una maleta o coger un avión con poco tiempo de preaviso.
Lo mejor de su experiencia es que a los padres nos abre los ojos a la hora de facilitar que nuestros hijos vivan el máximo posible de situaciones diversas desde niños. Cuantas más vivencias afrontaba Daniel en su juventud (irse a vivir solo a un país extranjero, independizarse con su primer amor, tratar de crear su propia empresa para poder trabajar desde casa en un entorno cómodo para él y conocido) más avanzaba en su crecimiento personal y profesional. Así es que si algo me llevo de este libro, además de haberme parecido una lectura fascinante (con momentos tediosos sobre explicaciones matemáticas que me devolvían a mis pésimos años de estudiante de esta asignatura) es ese empuje para no decidir por nuestros hijos lo que pueden y no pueden hacer en la vida. Que sean ellos quienes decidan su camino en función de sus aprendizajes y habilidades, pero no de los prejuicios del entorno adulto. ¿Conocéis la historia de Daniel Tammet?
One Comment
Alberto
Gracias. Muy interesante. A pesar de desconocer los rasgos autistas de su escritor, entiendo que si se reconoce como Asperger, no tendrá afectación verbal importante, algo determinante en el desarrollo de nuestros niños. Es por esto que nunca encuentro un caso que asemeje a la evolución de mi retoño
De nuevo, Gracias por compartir