Hace unos meses, una profesora de instituto, hablando de un alumno autista de 12 años, me comentaba que no sabía cómo controlar sus faltas de respeto. Que parecía que el niño no actuaba con maldad pero ¿por qué no acataba las normas como los demás? Desde mi posición de madre con un hijo con TEA, le comenté que no tenía la respuesta para todos los autistas del mundo, pero que con el mío, mucho más pequeño y con 3 años por aquella época, me había dado cuenta de que en ocasiones actúa siguiendo un patrón de yo-mi-me-conmigo en el que el centro del universo es él. O más bien en el que lo único que él valora es él y sus circunstancias, sin prestar atención a convenciones sociales y otras normas arbitrarias y aprendidas que usamos para la convivencia en sociedad. Al rescatar estas expresiones, recordé que desde que obtuvimos el diagnóstico de autismo, una de las ideas que más ha chocado contra nuestra realidad es el hecho de que mi hijo con TEA es demasiado independiente. Y lo sigue siendo. ¿Cómo es posible que se pueda dudar de sus futuras habilidades como adulto autónomo si con 2 años ya era capaz de ingeniárselas sin la ayuda de nadie para lograr lo que quería? ¡Y sin necesidad de comunicación verbal!
¿Autónomo o independiente?
A todos los padres nos encanta que nuestros hijos gateen antes que ninguno, caminen antes que ninguno, y hablar ¡ni te cuento! Así es que cuando observaba a mi hijo y veía que era capaz de comer solo, que de hecho lo que no quería es que lo alimentásemos nosotros; que trepaba a cualquier altura para coger los objetos que estaban fuera de su alcance; que rebuscaba lo que le interesaba sin pedir jamás ayuda, toda esta independencia ¿podría volver hacia atrás en algún momento? La primera psicóloga que tuvimos nos tenía siempre el susto metido en el cuerpo al hablarnos de las posibles regresiones que pudiera tener (en estos 4 años no ha tenido ninguna) así es que pensábamos que esa autonomía chocaba con la supuesta dependencia que debería mostrar el niño. El problema es que utilizamos estas palabras como sinónimos y si nos referimos a los niños, por supuesto que deben desarrollar la capacidad de ser autónomos no independientes, porque por mucho que quieran ellos o queramos nosotros, no es lo que les toca a esta edad. No podemos permitirles la plena independencia, la libertad absoluta, pero sí alentarles a ocuparse de sus propios asuntos personales desde muy, muy pequeños.
La independencia de un niño autista tiene un futuro muy corto
Esto nos lo indicaron cuando el niño aún no comunicaba nada. Y es que tal y como está planteada nuestra sociedad, una persona que no se expresa, que no entabla relaciones de empatía con otras y que no se inserta en la estructura predefinida compartida por la mayoría, podrá ser todo lo independiente que quiera, pero en algún momento de su vida necesitará de ese compañerismo, de esa ayuda externa que no sabe demandar ni gestionar. Consideramos que ser independientes es buscarte la vida por tus propios medios, sin ayuda de nadie pero ¿en qué casos es esto cierto? Esa libertad extrema de hacer y deshacer a tu antojo ¿de verdad existe en las sociedades actuales? Cuando estudias tienes compañeros de clase con los que debes organizarte para trabajar, y no, no eres totalmente independiente para hacerlo todo a tu gusto. En tu vida profesional ni hablemos: ahí están los jefes, el resto del personal de tu empresa, y de mejor o peor manera vas a tener que amoldarte a normas, directrices, modos de trabajar ajenos, personalidades múltiples, etc. Lo mismo ocurre con la vida familiar y las relaciones sociales: nadie es totalmente independiente, todos necesitamos unos de otros y en realidad la mayoría somos animales sociales que no queremos ir completamente por libre en la vida.
Primer aprendizaje: pedir ayuda
Cuando lanzábamos a los cuatro vientos esto de que mi hijo con TEA es demasiado independiente, un espabilado, un lanzado para su edad, nos vino bien recibir este consejo: no le cortes las alas, déjalo ser autónomo pero enséñale a pedir ayuda. Si de él dependiera, treparía sobre los muebles a 3 metros del suelo a fin de coger la tablet que le hemos quitado por maltratarla contra el suelo. Escalaría la encimera para rebuscar el paquete de galletas que tenemos literalmente pegado al techo. No son suposiciones, sino actos que hemos visto con nuestros propios ojos. Cuando tratábamos de estimular su gesto de señalar, alejar las cosas de su interés de su alcance (ir en contra de la filosofía Montessori, vamos) nos permitió trabajar con él las formas de pedir ayuda. Al principio, su forma de ser le llevaba a frustrarse pero ni señalaba ni nos comunicaba lo que quería. Después, comenzó a cogernos de la mano y situarnos delante de lo que quería tener. A continuación, empezó a señalar y finalmente a nombrar con palabras. Ahora es un experto en pedir ayuda cuando no puede hacer algo, lo que nos da a entender que por fin ha comprendido que no está solo en este universo y que no tiene que trabajarse su día a día de forma unilateral, sino que tiene muchas personas con quienes contar y tener una existencia más sencilla.
¿Cómo ha sido la evolución de tu peque en este aspecto? ¿Siempre ha demostrado destrezas, incluso demasiadas, para ser autónomo? ¿O por el contrario requería ayuda para las actividades más básicas?
2 Comments
Paola
Me hace mucha gracia! El mío tiene 27 meses ya con diagnóstico y desde los 20 meses cuando empezamos a sospechar era muy autónomo fíjate que aún duerme en cuna y cuando despierta por la mañana se sale él de la cuna sin hacer ruido y eso sí que pasa a vernos por la habitación,lo riño y parece que lo entiende pero a los pocos días la misma maniobra,es increíble lo ágil que es para todo,así q cuando comento a alguien que no lo sabe q tiene TEA me dicen imposible con lo independiente que es
Yolanda
Mi hijo con TEA, recién diagnosticado con 36 meses siempre ha pedido ayuda cogiéndome de la mano y llevándome al sitio donde está lo que necesita. Más o menos señala con el dedo y en alguna ocasión esporádica hasta nombra lo que quiere. Yo era muy partidaria del método Montessori, pero desde el diagnóstico hemos optado por dejar todas las cosas a la vista pero no a su alcance. Debo decir que mi hijo nunca ha tenido instinto escalador… Aunque lo curioso de mi hijo es que parece ser que sólo me pide ayuda a mí, ni al padre, ni a sus cuidadoras… pero bueno, somos optimistas en cuanto a su capacidad de aprendizaje.