Antes de acabar el curso anterior, P3, 1º de infantil en otras comunidades, os conté en Instagram el caso de una amiga, madre de un niño TEA algo mayor que el mío, a cuyo marido la maestra le pidió que no llevara al niño al colegio el último día de clase, porque sus compañeros se merecían poder disfrutar de su fiesta. Si todos los padres de niños atípicos sospechamos (o estamos plenamente convencidos, en función de nuestros batacazos contra la administración) que inclusión escolar y autismo no van nunca de la mano, escenas como estas nos hacen darnos cuenta de que la suerte, y no el respaldo legal, se esconde detrás de la buena acogida que ha tenido mi hijo en el cole. En Cataluña tenemos el Decreto 150/2017, de 17 de octubre, de la atención educativa al alumnado en el marco de un sistema educativo inclusivo, que dice muchas cosas, pero que no concreta nada. Porque todo son directrices que los centros deben seguir, pero luego los equipos directivos y las familias nos topamos con la realidad: la escasez de personal y de recursos hace que nuestros hijos queden en manos de la buena voluntad de los maestros.
Nuestro colegio tiene muchas cosas buenas y otras no tan buenas
Hay que entender que los maestros y profesores son personas de carne y hueso, con sus problemas personales, laborales y con una formación general que no alcanza para atender toda la diversidad que convive en las aulas. Unos más vocacionales, otros menos, unos muy profesionales y responsables, otros menos ¡como en todas partes! Sobrecargados, no tanto por su trabajo diario dentro de las aulas, con los alumnos, como por la cantidad de burocracia que tienen que afrontar, la precariedad de recursos y las ratios desorbitadas, que les impiden dar una atención personalizada al alumnado. Mi hijo tiene 23 compañeros en clase, no se desdoblaron los grupos ni durante la pandemia (por falta de personal y de espacio). Este año le corresponden 2 horas semanales con la maestra de atención a la diversidad y hora y media de veladora. Pasa en el colegio 37,5 horas (incluyendo el horario del comedor) por lo que es evidente la ridiculez de atención especializada que recibe. Cuando toca reunirse con el EAP para valorar la necesidad de mayor soporte ¡todos se alegran mucho de lo bien integrado que está y de los avances que hace! Por lo que no ven que necesiten nada más que lo que ya tiene. Bueno, sí lo ven, lo que no quieren es tener que pagarlo.
Si tu hijo no es el más disruptivo de la clase…
Por un lado, los padres queremos oír que nuestro hijo no es el que da más trabajo en el colegio, ni el que se porta peor, ni el que va más retrasado, ni el que trae a los docentes por la calle de la amargura, ni el que agrede a otros compañeros, ni el que impide la convivencia. Por quererlo… Pero, por otro lado, también sabemos cómo es en casa, y si puede desbordarnos a dos adultos que le prestamos el 100% de nuestra atención en la mayor parte de las horas de convivencia, por mucho que todos los niños modifiquen su comportamiento para adaptarse al grupo (ya nos sorprendió con mi hija mayor y hemos asumido que las normas de la escuela las asimilan mucho mejor que las de casa), es imposible que una maestra a solas pueda mantener el rumbo de él y del resto de sus compañeros. Porque habrá momentos en los que se niegue a colaborar, se enrabiete, quiera hacer lo que le dé la gana, se rompa una de sus rutinas y es entonces cuando se desvanece la magia y necesita una atención que una humana a solas con otros 23 niños pequeñísimos a cargo no puede darle. Unos docentes optarán por dejarlo a su aire, como un imposible, otros lucharán un poco por integrarlo en el grupo y otros entrarán en depresión profunda por no lograr manejar la situación.
Inclusión escolar y autismo, cuestión de suerte
Nuestro colegio tiene algunos puntos flojos en relación sobre todo al desarrollo curricular de los niños, porque en comparación con otros centros, aprenden menos contenidos que otros niños de su misma edad. Esto lo he podido ver con mi hija mayor, pero es algo que nos beneficia de cara al pequeño. Sí, porque con este tipo de enseñanza respetuosa, el currículo se ve perjudicado en favor de seguir los ritmos propios de cada niño, lo cual es imprescindible para que inclusión escolar y autismo no sean antagonistas. Al haber tanta diversidad, cada niño tiene unas habilidades muy distintas en estos primeros años y si, por poner un ejemplo, los maestros se empeñasen en no cambiar de tercio hasta que cada niño de 4 años sepa escribir su nombre con caligrafía aceptable, el mío no pasaría de curso jamás. En el fondo, a mí me da igual que aprenda a escribir su nombre con 4 o con 7 años, porque estoy segura de que, igual que ha sucedido en otros aspectos de su desarrollo cognitivo, acabará por entenderlo, aceptarlo y aprenderlo, pero hay centros en los que la rigidez de la enseñanza impiden la inclusión: o van todos a una o el que se quede rezagado repite (perdón, se le realiza una retención); o se acaba el temario o empieza una tragedia; o el niño se adapta deprisa o queda excluido y a su aire durante toda la jornada escolar, de cuerpo presente, pero sin hacer nada de provecho para él.
En definitiva, la legislación no garantiza los derechos de nuestros hijos porque no va acompañada de los recursos necesarios, y deja en manos de los centros muchas decisiones que dan como resultado diferencias abismales en cuanto a la atención a la diversidad entre distintos colegios. Sin embargo, en un apartado aún más cotidiano, el bienestar de nuestros hijos va a depender de los docentes que se hagan cargo de su enseñanza, por lo que el inicio de cada curso escolar es una especie de lotería en la que nosotros hemos ganado cada año, pero ¿qué pasará el día en que esa suerte no haga acto de presencia en el reparto de tutores para mi hijo?
¿Cómo vivís vosotros la escolarización de vuestros peques diversos? ¿Con más apoyo del que esperabais? ¿O con más obstáculos de los que habíais imaginado? ¡Feliz desconexión escolar y feliz navidad!
6 Comments
Laura
Yo escribo desde Murcia, mi hijo está en su segundo año de guardería y he tenido la GRAN suerte se dar con Elia, su seño; desde que Jaime empezó con ella el año pasado, se convirtió en una más de us terapeutas. Me es imposible describir la implicación que tiene con mi hijo. Es de esas personas que ves a la legua su bondad, además de profesional, es que irradia bondad por todos los poros de su cuerpo. Son 17 niños de 2 años divididos entre dos seños, pero que pasan mucho tiempo juntos en las rutinas diarias, sin embargo, la atención que presta a mi hijo y su dedicación, es como si estuviera solo él; me pasa los informes diarios en su agenda, me comenta cualquier cosa cuando lo llevo o lo recojo, me escribe por el móvil para completar cualquier información sobre cómo ha pasado el día Jaime…y desde que está yendo una de sus terapeutas un día a la semana a la guardería, ella muestra cada día más y más interés por aprender sobre la condición de Jaime. He pedido la «adaptación curricular» que a nivel de guardería, no es eso exactamente, pero grosso modo, me harán un informe para que haga otro año más de guardería y ya irá al cole con 4 años en vez de el curso próximo. En primer lugar, hemos pedido eso porque es lo que mejor le va a ir a mi hijo, autista no verbal, tal y como va progresando ahora. En segundo lugar, vista la situación de los colegios…la precariedad de medios, etc…nos reafirmamos aun más en nuestra decisión, por su bien. Permanecerá en un entorno conocido, con una atención inmejorable y con un largo año más de margen para ver su evolución y progreso de cara a introducirlo en el mundo del «colegio».
Aquí son varios (aunque no muchos) los colegios que cuentan con aula libre/abierta…pero no todos cuentan con PT y AL…y luego está el tema de la predisposición de cada profesor… Pero en esa guerra ya entraré dentro de un año, porque bastante llevamos ya con todo lo que rodea al mundo de la dependencia y discapacidad.
mihijocontea
Es una decisión muy personal y que depende de todo lo que dices: el niño, la escuela infantil en la que esté, los recursos del colegio al que quiera ir y los maestros que se impliquen. Nosotros no hicimos la retención en la escuela infantil porque nadie (excepto la psicóloga de atención temprana) nos recomendaba hacerla. A día de hoy creo que acertamos, porque en su caso, necesita más modelos de niños que sepan hacer más cosas que él, a quienes imitar, que de pequeños que ya estén a su mismo nivel. El lenguaje avanzó muchísimo a partir de los 4 años y medio y eso ha facilitado mucho las cosas, pero sí ocupa plaza de necesidades especiales, con soporte en el aula algunas horas (pocas) a la semana, porque no se puede acceder a tener más.
Gemma
Pues la verdad que con angustia. El año que viene nuestro hijo empezará P3 después de haber hecho un año de retención y la verdad tengo muchos temores. Al igual que en el otro comentario estamos contentísimos con la guarde, le dan una atención muy especial y se que en el colegio no será así aunque lo necesite
Entre enero y febrero iremos a ver coles, ojalá acertemos pero estoy de acuerdo en que es una lotería.
mihijocontea
¡Confía en los maestros! Por lo general, se implican mucho, por encima de sus posibilidades incluso. Es cierto que no todos tienen formación en autismo, pero admitirán el consejo que puedan darles vuestros terapeutas externos y vosotros como familia. Además, verás que están muy acostumbrados a tratar con niños diversos de todo tipo, por lo que eso que a nosotros nos hace desconfiar del bienestar de nuestros peques, resulta que para ellos es el pan de cada día y lo gestionan súper bien.
N
No puedo estar más de acuerdo con todo lo que dices. Después de tantos años en la enseñanza pública (mi hijo TEA este año finaliza 4º de la ESO), cada año «temo» el reparto de tutor. Y debo decir que, ahora que nos toca decidir sobre los estudios post obligatorios, más preocupados por esa «lotería» estamos.
mihijocontea
Es una preocupación que no se nos quitará nunca. Espero que sigamos teniendo esa suerte y que vosotros, que ya estáis en una etapa tan avanzada, también encontréis el soporte necesario.