
Hace unas semanas os conté cómo está siendo el paso de mi hijo con TEA por la escuela infantil. A diferencia de su hermana, que entró directamente al colegio a los 3 años, con él nos aconsejaron los múltiples beneficios que podría tener la escolarización temprana para mejorar sus habilidades sociales. Sinceramente, al principio era bastante incrédula, porque siempre he pensado que los niños están mejor atendidos por sus padres, o por otros familiares, que disputándose la atención de educadoras que suelen estar sobrepasadas por la ratio de niños y la inmadurez de cada uno. Para colmo, lo de pensar en escuelas infantiles para niños con necesidades especiales me superaba especialmente: o sea, son niños que tienen más demandas, peculiaridades, de trato más complejo y precisamente nos vamos a “desentender” de ellos dejándolos a su aire en un centro escolar cuando aún son tan pequeños. Como no perdíamos nada por probar a llevarlo un rato por las mañanas, decidimos seguir el consejo y hacer el intento. A día de hoy, 8 meses después de que empezara a ir a clase con 2 años recién cumplidos, estamos muy contentos con los resultados. Sin embargo, de lo que os quería hablar hoy es de si realmente existen ventajas en las escuelas infantiles para niños con necesidades especiales y cuál está siendo nuestra experiencia.
Ratio menor de niños por clase
Cuando nosotros hicimos la preinscripción en la escuela infantil pública a la que va mi hijo, solicitamos una plaza de necesidades especiales, pese a que por aquel entonces teníamos únicamente el diagnóstico de TEA recién estrenado en atención temprana, pero no tenía reconocido ningún grado de dependencia, ni de discapacidad, ni nada de nada. Como no se presentaron otros niños con estas características y en su clase podrían tener hasta 2 niños con NNEE, le concedieron la plaza, lo que implica que él cuenta como si fueran 2 alumnos. A día de hoy no lo notamos mucho, porque su clase puede acoger hasta 22 alumnos y actualmente hay 16, pero a estas edades ya sabemos que cuantos menos niños, mejor para que les presten más atención a todos.
Personal de apoyo dentro del aula
Las plazas en escuelas infantiles para niños con necesidades especiales permiten al centro disponer de personal de apoyo dentro del aula. En su anterior guardería privada, esto no era posible, y había una técnico de apoyo que rotaba entre las 6 clases del centro. En la pública actual, hay 2 educadoras permanentemente en su aula, por lo que en cada momento tienen la mitad de niños a su cargo que en la escuela anterior. Además, suelen aceptar a alumnos en prácticas con mayor facilidad, lo que aumenta el número de personas responsables de los niños, porque aunque no tengan experiencia seguro que los nuevos llegan con una dosis extra de motivación. Por otro lado, hay que reconocer que existe una enorme dosis de suerte que influye en el bienestar y la correcta atención del niño, según la implicación de los profesionales que se le asignen.
Escuelas infantiles para niños con necesidades especiales y atención temprana
Las escuelas infantiles suelen estar coordinadas con los centros de atención temprana de cada municipio. Nuestro caso es algo especial, porque mi hijo empezó las clases con su diagnóstico bajo el brazo, cuando lo habitual es que, a tan corta edad, los diagnósticos tengan lugar dentro del centro escolar: educadoras que observan diferencias entre unos niños y otros, que advierten carencias que los padres no han percibido, y que inician el protocolo para que el pequeño sea correctamente valorado. Esto funciona mejor o peor dependiendo de cada municipio. Por ejemplo, nuestra terapeuta de atención temprana no se pasa la vida dentro de la escuela infantil, sino que suele pasar una vez a principio de curso y otra a finales. En los centros privados estas visitas son aún más esporádicas y no suelen darse antes de que los niños tengan 2 años y estén a punto de dar el paso al colegio
Inclusión siempre que sea posible
Tras el diagnóstico de mi hijo, lo cierto es que los comentarios que recibíamos en atención temprana eran tan pesimistas que pensábamos que la escuela ordinaria no sería una opción adecuada para él. Sin embargo, desde el inicio de su curso hemos visto que el personal está implicado, que lo tratan como a uno más y que a tan corta edad no advierten diferencias insalvables entre él y sus compañeros. De hecho, han tenido alumnos anteriores en el espectro autista, han recibido algo de formación sobre autismo y cuando recelamos de las carencias que puedan evidenciarse entre él y sus compañeros, por ahora le quitan hierro al asunto, porque las peticiones a estas edades son tan escasas que lo que más les preocupaba era que no tuviera problemas motrices y de movilidad, porque esto sí implicaría la dedicación de una persona de una forma más exclusiva.
Trabajo codo a codo con la familia
Este punto es fundamental, porque más allá de los recursos de cada centro, el hecho de que el personal escuche a la familia, se deje guiar por ella, o incluso permita la entrada de los terapeutas que trabajan habitualmente con el niño para recibir orientación y consejos útiles, puede marcar la diferencia entre una inclusión de la diversidad exitosa y un mero formalismo inútil para todas las partes. Podremos saber qué objetivos se pretenden alcanzar, trabajarlos también en casa y proponer mecanismos que ayuden al niño en clase, tener reuniones con mayor frecuencia, abordar los posibles problemas de conducta y de aprendizaje de forma conjunta, logrando un plan de estudio realmente personalizado y con una utilidad real, más allá del compartir espacio con otros niños de su edad pero sin obtener beneficios efectivos.
La teoría parece muy positiva y da muchas esperanzas a las familias. Otra cosa es que todos estos supuestos se cumplan en la realidad: la falta de presupuesto, de personal contratado, de plazas escolares, de formación en autismo, etc. no siempre ponen fácil la consecución del objetivo. Por ahora, nos consideramos afortunados por lo bien que se ha adaptado el niño a su nuevo centro y los progresos evidentes que está experimentando. Sin embargo, hay familias que tienen que luchar mucho a título individual para conseguir que no se vulneren los derechos de sus hijos en materia de educación.
¿Qué experiencias habéis tenido al escolarizar a los peques? ¿Habéis obtenido respaldo y los medios que vuestro hijo necesitaba? ¿O ha sido una pelea sin tregua contra la administración?
2 Comments
Teresa
A mi lo que me parece increíble así en general es que en una escuela infantil pública haya 22 niños de dos años por clase…Mis hijos siempre han ido a escuela infantil privada por circunstancias varias, y el máximo son 12-15 niños, con una maestra titular y una de apoyo.
22 niños de 2 años me parece una burrada, no hablemos ya de si tienes a algunos con necesidades especiales…
mihijocontea
Pues vas a alucinar cuando te diga que para 60.000 habitantes sólo hay 3 escuelas infantiles públicas que ofertan un total de 150 plazas. ¿Cómo se te queda el cuerpo? Vamos, insuficiente es quedarse muy corto. En nuestro caso con la privada ha sido al revés: había el mismo número de niños con solo una educadora y la técnico de apoyo se repartía entre 6 clases, por lo que en ese sentido hemos salido ganando con el cambio.