Llevo dos años leyendo sobre autismo, pero en el tema de novelas protagonizadas por un personaje TEA creo que no muchas habrán logrado situarse en los primeros puestos de los libros más vendidos a nivel internacional, algo que sí ocurrió con El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. De lectura ágil, pese a las constantes divagaciones de Christopher, el adolescente que la protagoniza, el título de esta novela me sonaba desde hacía años pero jamás imaginé que acabaría leyéndola por tener un hijo cautista. Su autor, aunque sin formación en psicología o terapias, trabajó durante un tiempo con personas con necesidades especiales y este aprendizaje junto a ellos fue el que le empujó a plasmar de una forma tan brillante las peculiaridades del autismo juvenil. La historia, narrada en primera persona por Christopher, es un remolino de experiencias cotidianas, de intereses propios y de su huida hacia adelante en una sociedad que no le acoge demasiado bien. Ya sabéis, esa inclusión que no es real.
El curioso incidente del perro a medianoche. ¿De qué trata?
En un principio, Christopher decide investigar el asesinato del perro de su vecina, indagar entre el vecindario e incluso escribir una novela con sus averiguaciones. El personaje se va retratando a sí mismo con cada conversación, con cada vivencia, con cada limitación, dejando claro que nos encontramos ante un joven atípico en todos los sentidos. Su forma de hablar, de escribir, de pensar, de actuar, de preocuparse e incluso de agredir a los demás, hará que el título nos parezca de lo más descriptivo e incluso muy apropiado como reflejo de la literalidad de una persona con TEA. Sin embargo, a medida que avanza el relato, habrá un giro argumental que llevará al protagonista a ocuparse de aspectos más importantes de su propia vida. Y es que la familia de Christopher resulta ser más interesante que descubrir al asesino del perro.
Un autismo juvenil con muchos condicionantes
Más allá de sus estereotipias, el día a día de Christopher se ve limitado por muchas características que no suelen afectar de esa forma al resto de la población. Por ejemplo, él sabe si su día va a ser mejor o peor en función de los colores de los coches que se cruza en cuanto sale a la calle. Los colores son determinantes para él, hasta el punto de no poder comer, o tocar, comidas u objetos de ciertos tonos. Selectivo con la alimentación, con difícil encaje en el entorno social, tomado por retrasado o incomprendido de múltiples formas, el chico es consciente de sus diferencias, de su incapacidad para establecer contacto físico con otras personas (incluso con sus padres), para compartir intereses comunes y habituales entre chicos de su edad o para valerse solo por sí mismo en la calle (no puede salirse de su ruta para ir al colegio porque con 15 años es capaz de perderse en su propio barrio). Aspectos que limitan su autonomía cotidiana y lo hacen un chico dependiente de sus padres.
Una escuela de educación especial
Christopher no va a la escuela ordinaria sino que comparte institución con otros chicos con diversos trastornos, capacidades y también limitaciones que les impiden llevar lo que todos conocemos como una vida “normal”. Sin embargo, el chico resulta ser un genio en los campos que más le interesan, como las matemáticas y la física, y tiene clarísimo que va a ir a la universidad, pese a que el sistema escolar no está preparado para que los chicos de su escuela tengan esa oportunidad. Es una situación en la que se encuentran los jóvenes con necesidades especiales incluso cuando van a la escuela ordinaria y se les impide obtener un título oficial o seguir avanzando en sus estudios por haber necesitado algunas adaptaciones, por lo que el tema, a pesar de haberse narrado hace 17 años, sigue siendo muy actual a día de hoy. Además de ser consciente de sus diferencias, Christopher resalta las de sus compañeros en el centro, pero no con una connotación peyorativa, sino como si fuese una cosa completamente normal que chicos de su edad restrieguen caca por la paredes cada vez que van al baño (por poner solo uno de los ejemplos que pueden resultar más llamativos ante nuestros ojos de padres normotípicos y fácilmente impresionables). El joven acepta su condición, la de sus compañeros y muchas veces cuestiona si no será el resto del mundo “normal” quienes tenemos normas establecidas que carecen de sentido común.
Desafiarse a sí mismo y salir de su zona de confort
Christopher hace enormes esfuerzos por lograr sus objetivos. Algunos pensarán que simplemente se atreve a ello porque están relacionados con sus intereses restringidos, o con temas muy particulares, pero lo importante es que es capaz de encontrar motivaciones a su alrededor que le hacen romper algunas de las barreras que lo retienen. Por ejemplo, ser capaz de hablar con todo el vecindario para averiguar quién mató al perro, pese a su falta de habilidades sociales; salir adelante sin la ayuda de sus padres; viajar a kilómetros de casa en busca de las respuestas que quiere tener para seguir avanzando en la vida; desafiar a sus padres al tomar la decisión acerca de su futuro académico, etc. Pueden parecer pequeños logros para un chico de 15 años pero, al poder estar dentro de su cabeza y ver cómo vive, cómo siente y cómo razona un autista adolescente, El curioso incidente del perro a medianoche nos da una lección magistral acerca de cómo comprender el pensamiento ajeno.
Como novela merece la pena dedicarle un rato a leerla (no es muy larga y engancha fácilmente). Sin embargo, como libro hilado con el pensamiento de una persona con TEA es una joya que nos permite ponernos en su lugar. Aunque a mí me hayan resultado farragosas sus explicaciones científicas acerca de las potencias, los números primos o la probabilidad. ¿Habéis tenido oportunidad de leerlo? ¿Qué impresión os dejó?
One Comment
Sara
Si, lo leí y tuve la oportunidad de ver la obra de teatro que estuvo unos meses antes del confinamiento en Madrid. Me gusto mucho, siempre es un aprendizaje estos libros