Todos los niños son movidos, todos rompen cosas durante su aprendizaje, todos desobedecen órdenes y consejos, todos nos desquician alguna vez y muchos más tópicos de la crianza son extrapolables a cualquier tipo de familia. Pero no, no todos los hijos cuestan económicamente lo que un niño autista y no todas las familias se ven obligadas como tú a adaptar tu casa al autismo. No solo por cuestión de seguridad, sino de coste económico, de gastos innecesarios y de obsesiones varias que acaban desquiciando al niño, a los hermanos, a los padres y a todo el que pulule entre esas cuatro paredes. Por supuesto, cada niño TEA es diferente a otro, por lo que de las situaciones que expondré a continuación puede que algunas te cuadren y otras no. El caso es que a día de hoy, sobre todo tras los 3 meses de encierro hogareño causados por el coronavirus, estos son los quebraderos de cabeza que tenemos actualmente en relación a los actos del niño.
Vivir sin bombillas para adaptar tu casa al autismo
Desde luego esto va a ser un ahorro en la factura de la luz, porque desde hace casi 2 meses vivo sin lámpara en la mesita de noche (el niño se encargó de destruirla) y sin lámpara de pared, ya que era un suplicio el momento de acostarlo. Con 3 años sigue siendo lactante y, dependiendo del día, puede dormirse en medio del jaleo del salón, con toda la familia junta, la tele puesta y las luces encendidas, o reclama oscuridad absoluta, por lo que me lo llevo a mi cama hasta que se duerme. Una vez logrado el objetivo, lo dejo en la suya, aspirando a que duerma del tirón, cosa que jamás pasa. Sin embargo, igual que otros niños tienen fijación por los interruptores, el mío pasa bastante de ellos, excepto del situado en la cabecera de mi cama. Hasta el punto de que mientras trataba de dormirlo se dedicaba a buscarlo con la mano, con el pie, con el culo o con lo que tuviera más cerca, por tal de romper la magia de la oscuridad y no dormirse nunca. El colmo fue cuando una madrugada, se desveló un poco y decidió que pasáramos una hora completa con la luz encendida hasta que se volvió a dormir. Ese día quité la bombilla de la lámpara y desde entonces la paz mental y el descanso han vuelto a ese dormitorio. Sigue dándole al interruptor en busca de luz, pero como al segundo intento no aparezca lo deja por imposible y se concentra en dormir. Ya volveremos a tener luz cuando esta racha se pase y en caso de urgencia demos gracia a la existencia de la linterna en el móvil.
Helados, no gracias
En abril tuvimos unos días de excesivo calor para esa temporada y un fin de semana compramos los primeros helados para comer en casa durante el confinamiento. Bien, pues ya se ha acabado lo de disfrutar de esto en interiores, porque en cuanto el niño supo que eso vivía encerrado en un cajón del congelador ya no tuvo pensamiento para otra cosa. Con esto me refiero a que incluso lo he visto levantarse a las 3 de la mañana, ir a la cocina y abrir el congelador al grito de “helado, helado”. La obsesión lo persigue hasta en sueños y cuando está despierto no para de abrir la nevera, rebuscar o llevarse a traición el que encuentre a mano, pese a que no sepa abrir el envase y al final acabe con todo aplastado y derretido, escondido en algún rincón de la casa y sin podérselo comer. No entiende que no se pueden comer todos los días, y menos enlazar uno tras otro, así es que los hemos sustituido por unos cutres y caseros (de yogur, de fruta triturada o de cualquier cosa que esté fría y no vaya a acabar en sobrepeso) de forma que al menos pueda comer los que quiera hasta que comprenda la prohibición.
El jabón por litros ¡y agua que no falte!
Es muy frustrante querer potenciar la autonomía de tu hijo, lograr que sea un niño independiente, facilitarle la adquisición de habilidades y que al final tengas que restringirle este aprendizaje por lo que comporta dejar los elementos que necesita a su alcance. El jabón de manos, el gel de baño y el champú son su nueva perdición, hasta el punto de que es capaz de vaciar botes completos simplemente apretando el dosificador mientras nos damos cuenta de que lo hemos perdido de vista 2 minutos y que está demasiado callado. Son cosas de niños, por supuesto, pero a cualquier otro niño le repetirías que esto no es correcto ¿cuántas veces? ¿10? ¿100? Y en algún momento captaría el mensaje. Cuando te ves obligado a adaptar tu casa al autismo es porque el conocimiento no cala y no puedes gastar un bote de jabón diario (o cada hora, dependiendo de lo mucho que te despistes) porque al niño le guste vaciarlo en la bañera, o chorrearlo por el lavabo para, a continuación, dejar correr el agua y montarse unas fiestas de la espuma bien curiosas.
El peligro de las ventanas
Todas las familias con niños tienen temores respecto a la posibilidad de que puedan hacer una locura junto a una ventana. En nuestro caso, no tememos sólo por su integridad física, sino por todo lo que puede salir volando de casa. Con el calor que soportamos actualmente, no podemos tener abierto ni un centímetro de ventana porque por cualquier resquicio es capaz de colar algo para lanzarlo al exterior. Es más, incluso con nosotros delante y estando él a 2 metros de la ventana, ha tenido habilidad para lanzar un juguete a la calle sobrevolando nuestras cabezas. Hasta cuando no tiene espacio busca aunque sea una miga de pan del suelo, pero no puede ver la ventana abierta sin tirar algo. Lo mismo ocurre con el balcón. Antes lo sacaba a tender la ropa conmigo y me daba las prendas, las pinzas, decíamos los colores, los números, señalábamos la luna, los árboles… Pues ya se acabó. Porque no presta atención a nada, sólo se mueve nervioso por ese espacio en busca de algo que lanzar. Como tiene un cuerpo fuerte y una facilidad tremenda para trepar a cualquier altura, usa la cabecera del sofá, las mesitas de noche, los radiadores y cualquier mueble a mano para elevarse hasta las ventanas y si no lo tiene, no pasa nada: empuja escalones o sillas desde cualquier lugar hasta el mirador que más le interesa.
El verano no sé si nos armará de paciencia, gracias al tiempo libre, o nos acabará de enloquecer por el trastorno del calor, pero como estas hay muchas más situaciones cotidianas que se vuelven insostenibles con un niño con TEA. ¿Qué conducta de vuestros hijos es la que más trabajo os da o más dinero os cuesta?
One Comment
Yael
Hola! A nosotros nos tiene locos con el agua desde q fue capaz de moverse por la casa. Conseguimos q entendiera q con el agua solo se jugaba en la bañera o en el jardín, pero entonces empezó a llenar cualquier cacharro q encontraba con agua del bidé y lo llevaba fuera.. Y toda la casa terminaba empantanda! Es un suplicio pq es verdad q esto parece q le obsesiona tanto q no hay manera de pararlo. Pero no desistimos! Jajaja. Ánimo familia!